domingo, 30 de março de 2008

Como Ser Una Iglesia Que Crece




Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.” Hechos 2.42

Un dicho popular dice que “envejecer es un hecho, pero madurar es una opción”. Todos somos estimulados en algún momento de nuestras vidas a enfrentar la crisis del crecimiento. Como dice el dicho, naturalmente todos sufrimos el desarrollo del tiempo, pero ni siempre logramos aprovechar la experiencia de los años y envejecer con sabiduría.
Crecer, en realidad, no es una tarea fácil. Hay que dedicarse obstinadamente en ese objetivo. Sea el crecimiento personal, profesional, familiar o eclesiástico. Crecer es un desafío porque somos confrontados con la necesidad de cambiar. El niño que se torna adolecente, así como el adolecente que pasa a ser adulto enfrenta el duro desafío de cambiar en muchos aspectos, así que, para él, crecer es una tarea dolorosa en algunos momentos.
Cuando contemplamos la iglesia primitiva podemos ver una comunidad cristiana en constante desarrollo y crecimiento. Aunque sea difícil, el crecimiento es estimulante. En los primeros capítulos del libro de los Hechos de los Apóstoles vemos que un pequeño grupo de 120 personas (Hc.1.15) fue aumentado en más de 3 mil personas (2.41), después se tornó una multitud, de manera que la palabra de Dios era difundida y el número de discípulos en Jerusalén crecía rápidamente (6.7 y 9.31).
Así que podemos aprender con la iglesia primitiva y caminar por las huellas del crecimiento eclesiástico y espiritual, ya sea comprendiendo la iglesia como un todo o solamente nosotros en nuestra individualidad. Tres aspectos de la iglesia primitiva en Hechos 2.42 son paradigmáticos en el tema de crecimiento:
Primeramente, la iglesia primitiva crecía porque era una comunidad formadora. Ellos vivían en una constante búsqueda del conocimiento de la Palabra por medio de los apóstoles. Valoraban el tiempo de enseñanza en el templo, comprendiendo que solamente por medio de un conocimiento más profundo ellos podrían propagar la fe en su ciudad, creciendo como iglesia y como cristianos.
En segundo lugar, la iglesia primitiva invertía también en relacionamientos, para ser una comunidad reconocida por su carisma, una comunidad carismática. La fuerza de la unión está aclarada por el verso 4.32: “Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común”. Esto era una marca y un buen testimonio para la sociedad y principalmente era una marca de madurez espiritual, porque estaban demostrando el amor y un estilo de vida que solo tienen los que son llenos del Espirito Santo. Así que, para crecer como iglesia, es necesario crecer como una comunidad carismática.
El tercer aspecto que marcaba la iglesia primitiva como una comunidad que crecía es el hecho de que ellos lograron ser una comunidad piadosa. La expresión “perseveraban” se aplica también a la vida de oración. La idea es que ellos se esforzaban por vivir en una vida de santidad, buscaban poder espiritual y tenían un profundo deseo por estar en la presencia de Dios. Una iglesia que crece es una iglesia que crece de rodillas, en un sentimiento de profunda dependencia de Dios, buscando su intimidad como cuerpo de redimidos, conscientes del valor de la gracia de Dios y de la necesidad de vivir en el Espíritu. Solo podemos crecer cuando estamos en intimidad con aquel que nos hace crecer. No son métodos los que harán una comunidad crecer, es la acción de Dios en medio del pueblo que se arrodilla ante Él, en una búsqueda sincera.
Concluimos, entonces que para que podamos madurar como iglesia y como cristianos necesitamos formar una iglesia que desea seriamente profundizar su conocimiento bíblico, valorando la escuela dominical y las reuniones de estudio bíblico. Tenemos que desarrollar mejores relaciones interpersonales, invirtiendo en momentos saludables de amistad, apoyo mutuo y perdón. Por fin, para crecer tenemos que buscar la piedad y vivir en intimidad con Dios, porque si crecemos, crecemos hacia Él, por su gracia, y misericordia, para la gloria exclusiva del Señor nuestro y de la iglesia. Así es la iglesia que crece. Una comunidad formadora, una comunidad carismática, una comunidad piadosa.