sexta-feira, 18 de abril de 2008

Aprendiendo Con Las Crisis




Cuando miramos hacia la historia de los grandes hombres y mujeres de Dios del pasado, vemos que, aunque hayan podido disfrutar de grandes victorias, ellos siempre pasaron por momentos de sufrimiento, persecución, humillación y desesperación. La historia de los hombres de Dios está llena de ejemplos de creyentes fieles que pasaron por sufrimientos y crisis. Pablo enseña a Timoteo diciendo que los que quieren vivir piadosamente padecerán persecución (2Tm. 3.12).
Nosotros no podemos olvidar que todas las crisis tienen un objetivo dado por Dios. Dios está en el control de todo lo que pasa en nuestras vidas. Cuando miramos hacia el ejemplo de la vida de José, que fue humillado por sus hermanos y hecho esclavo en una tierra distante, y después de pasar por la cárcel y sufrir mucho, él sabía que Dios estaba en el control, y aprendió con esa experiencia: “Es verdad que ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente” (Gn. 50.20 – NVI).
Pero, uno podría preguntar: ¿Qué es crisis? Crisis son todas estas circunstancias que nos sacan de la zona de conforto. Son situaciones en que nos vemos completamente inseguros, enfrentando algo nuevo, que no podemos controlar, o problemas que no podemos resolver. Son momentos en los cuales vemos nuestra fe siendo probada, cuestionada; son ocasiones en que somos agredidos, atacados. Son situaciones en que decimos: ¿Qué hacer?
Pero crisis también son clases de Dios. Por medio de ellas nosotros aprendemos lecciones que no aprenderíamos de otra manera. La pedagogía de Dios es muy semejante a la del padre que castiga su hijo para que este aprenda a comportarse o a cómo tratar los demás. Nosotros tenemos que empezar a aprender con las crisis, comprenderlas como oportunidades que Dios nos da para crecer.

domingo, 30 de março de 2008

Como Ser Una Iglesia Que Crece




Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.” Hechos 2.42

Un dicho popular dice que “envejecer es un hecho, pero madurar es una opción”. Todos somos estimulados en algún momento de nuestras vidas a enfrentar la crisis del crecimiento. Como dice el dicho, naturalmente todos sufrimos el desarrollo del tiempo, pero ni siempre logramos aprovechar la experiencia de los años y envejecer con sabiduría.
Crecer, en realidad, no es una tarea fácil. Hay que dedicarse obstinadamente en ese objetivo. Sea el crecimiento personal, profesional, familiar o eclesiástico. Crecer es un desafío porque somos confrontados con la necesidad de cambiar. El niño que se torna adolecente, así como el adolecente que pasa a ser adulto enfrenta el duro desafío de cambiar en muchos aspectos, así que, para él, crecer es una tarea dolorosa en algunos momentos.
Cuando contemplamos la iglesia primitiva podemos ver una comunidad cristiana en constante desarrollo y crecimiento. Aunque sea difícil, el crecimiento es estimulante. En los primeros capítulos del libro de los Hechos de los Apóstoles vemos que un pequeño grupo de 120 personas (Hc.1.15) fue aumentado en más de 3 mil personas (2.41), después se tornó una multitud, de manera que la palabra de Dios era difundida y el número de discípulos en Jerusalén crecía rápidamente (6.7 y 9.31).
Así que podemos aprender con la iglesia primitiva y caminar por las huellas del crecimiento eclesiástico y espiritual, ya sea comprendiendo la iglesia como un todo o solamente nosotros en nuestra individualidad. Tres aspectos de la iglesia primitiva en Hechos 2.42 son paradigmáticos en el tema de crecimiento:
Primeramente, la iglesia primitiva crecía porque era una comunidad formadora. Ellos vivían en una constante búsqueda del conocimiento de la Palabra por medio de los apóstoles. Valoraban el tiempo de enseñanza en el templo, comprendiendo que solamente por medio de un conocimiento más profundo ellos podrían propagar la fe en su ciudad, creciendo como iglesia y como cristianos.
En segundo lugar, la iglesia primitiva invertía también en relacionamientos, para ser una comunidad reconocida por su carisma, una comunidad carismática. La fuerza de la unión está aclarada por el verso 4.32: “Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común”. Esto era una marca y un buen testimonio para la sociedad y principalmente era una marca de madurez espiritual, porque estaban demostrando el amor y un estilo de vida que solo tienen los que son llenos del Espirito Santo. Así que, para crecer como iglesia, es necesario crecer como una comunidad carismática.
El tercer aspecto que marcaba la iglesia primitiva como una comunidad que crecía es el hecho de que ellos lograron ser una comunidad piadosa. La expresión “perseveraban” se aplica también a la vida de oración. La idea es que ellos se esforzaban por vivir en una vida de santidad, buscaban poder espiritual y tenían un profundo deseo por estar en la presencia de Dios. Una iglesia que crece es una iglesia que crece de rodillas, en un sentimiento de profunda dependencia de Dios, buscando su intimidad como cuerpo de redimidos, conscientes del valor de la gracia de Dios y de la necesidad de vivir en el Espíritu. Solo podemos crecer cuando estamos en intimidad con aquel que nos hace crecer. No son métodos los que harán una comunidad crecer, es la acción de Dios en medio del pueblo que se arrodilla ante Él, en una búsqueda sincera.
Concluimos, entonces que para que podamos madurar como iglesia y como cristianos necesitamos formar una iglesia que desea seriamente profundizar su conocimiento bíblico, valorando la escuela dominical y las reuniones de estudio bíblico. Tenemos que desarrollar mejores relaciones interpersonales, invirtiendo en momentos saludables de amistad, apoyo mutuo y perdón. Por fin, para crecer tenemos que buscar la piedad y vivir en intimidad con Dios, porque si crecemos, crecemos hacia Él, por su gracia, y misericordia, para la gloria exclusiva del Señor nuestro y de la iglesia. Así es la iglesia que crece. Una comunidad formadora, una comunidad carismática, una comunidad piadosa.

segunda-feira, 18 de fevereiro de 2008

Primeiros passos no trabalho com adolescentes


Se você acaba de ser desafiado a enfrentar uma turma de adolescentes, que estão em plena efervescência, e se encontra sem saber o que fazer, fique tranqüilo, você não é o único. Muitos jovens e adultos são chamados para o trabalho com adolescentes e a maioria começa meio que sem saber como começar. Então, vamos compartilhar alguns princípios básicos (realmente bem básicos) que podem ajudar a dar os primeiros passos.
1. Tenha consciência do seu chamado. Este é um trabalho especifico que requer algumas características para o líder de adolescentes. Ter consciência do seu chamado para o trabalho com adolescentes significa que você entende que é isso que Deus quer pra você na igreja, e você não está somente dando um tempo de outras atividades ou quebrando o galho. Assim você se dedicará a esse ministério, buscando entender e amar o adolescente, enriquecendo-se com materiais novos e em cursos específicos.
2. Faça parte da turma. É muito importante que o adolescente te sinta como um amigo, e não como um inspetor escolar. Eles necessitam de um discipulador, alguém que entenda os seus problemas, não como o pai e a mãe, mas como um irmão maior, um amigo mais velho, para quem eles podem se abrir. Então, participe das atividades deles, envolva-se no mundo deles, identifique-se com a cultura adolescente para poder entendê-los. Seria bom entrar no mundo da internet do qual eles fazem parte. Seja fotoblog, Orkut, MSN, ou o que for que eles usem para se comunicar e se expressar. Geralmente nesses canais eles expressam seus sentimentos e suas necessidades. É uma ótima oportunidade para entrar em contato com eles e conhecê-los um pouco mais, bem como ser acessível e conhecido por eles.
3. Trabalhe com eles. E não apenas para eles. Os adolescentes precisam estar envolvidos no trabalho, ativamente participando, criando, desenvolvendo. É assim que eles vão aprender e crescer. A adolescência é um período muito curto e logo eles estarão assumindo postos de liderança em alguma escala e precisam de capacitação. Por outro lado, é a atividade que fará com que eles se identifiquem com o trabalho. Eles estão cheios de energia e a igreja precisa saber aproveitar essa energia, para o benefício dos adolescentes e da igreja toda. Uma boa opção nesse ponto é criar ministérios específicos em que eles podem atuar, mas sempre com a mentoria de um líder experiente ou discipulador.
4. Trabalhe com os pais. Essa é uma das partes mais difíceis do trabalho com adolescentes. Tem pai que é mais complicado que o filho. Saiba que nessa fase muitos pais estão navegando águas completamente novas e não sabem como tratar seus filhos adolescentes. Os pais precisam aprender como lidar com essa nova fase de seus filhos e o líder de adolescentes tem que ter jogo de cintura para trabalhar com os pais, orientando-os na medida do possível. Seria muito bom se isso proporcionasse a oportunidade de oficina de pais, para tratar seus filhos adolescentes. O líder de adolescentes tem um acesso aos filhos que os pais muitas vezes não têm. Então é importante utilizar essa oportunidade para ensinar os filhos a respeitarem os pais e os pais entenderem os filhos.
5. Busque o equilíbrio entre edificação e diversão. Adolescentes não são adultos. Eles não possuem a disposição de um adulto para sentar e escutar uma pessoa falando por algumas horas todas as semanas. A mente deles está funcionando rapidamente, eles estão em outro ritmo, tanto para mais quanto para menos. O biorritmo do adolescente está passando por transformações e temos que ter sensibilidade para o seu “time”. Programe atividades tendo em vista a relação edificação - diversão. Entenda que diversão não é pecado e que eles podem aprender de maneira descontraída e dinâmica. Na realidade é assim que eles mais aprendem e mais se abrem. Muito mais que em uma palestra longa, portanto, seja criativo. No entanto não elimine completamente os momentos sérios. Eles também valorizam isso (quando esses momentos não são todos os momentos). E mais, eles precisam disso. Precisam ser exortados e orientados objetivamente. Não transforme seu grupo em um cube ou parque de diversões que funcione assim o tempo todo, e também não deixe que seu grupo ganhe a fama de ser um dos momentos mais chatos da semana.
6. Não se limite aos fins de semana. Talvez seja necessário gastar um tempo durante a semana com eles. Geralmente isso é muito complicado em uma cidade grande e com uma geração de adolescentes com muitas atividades escolares. Mas não deixe de aproveitar qualquer oportunidade de reunir-se e encontrar-se, especialmente porque esses encontros informais podem ser bem proveitosos.
7. Invista em oração. Parece bem óbvio, mas às vezes é do obvio que nós esquecemos. Invista pessoalmente em oração e incentive-os a orar também. Promova oportunidades em que eles podem estar em oração. Mostre como a oração e a leitura da bíblia pode fazer parte da rotina diária deles assim como faz parte da sua.
8. Forme líderes. Pode ser estranho, mas devemos começar o trabalho pensando em quando vamos sair. Ou seja, nós não somos a “última bolacha do pacote” e nem os únicos que podem fazer o que fazemos. Não somos eternos, e talvez não ficaremos tantos anos quanto imaginamos na liderança deste trabalho. Por outro lado, o tempo da adolescência passa muito rápido, de forma que logo eles estarão com uma idade em que poderão assumir postos de mais responsabilidade. Se não trabalharmos na formação de novos líderes, o trabalho pode enfraquecer com o tempo. Forme discípulos que vão dar continuidade ou mesmo apoiar o seu ministério com os demais adolescentes. Os mais experimentados podem ser importante no contato com os demais, tornando-se um exemplo a ser seguido pelos menores e um alvo a ser alcançado.
9. Reinvente-se. A relação entre a teoria e a prática é conflituosa. Nem sempre aplicamos tudo o que pensamos que podemos. Estes mesmos pontos podem nem ser completamente aplicáveis no seu contexto. Mas seja sempre disposto e aberto a novas experiências e a outras formas de ver e aplicar o ministério com adolescentes. Este é um grupo em constante mudança e, a todo momento, novos ministérios e lideres surgem com idéias e estratégias que, no mínimo, valem a pena conhecer. Então, esteja disposto a mudar, a quebrar paradigmas e reinventar-se. É possível aprender com os próprios adolescentes, com seus pais, com os lideres mais antigos, com ministérios de outras igrejas, com ministérios para-eclesiásticos, e também, consigo mesmo. Com seus próprios erros e acertos, com a meditação na Palavra e com a união entre a criatividade e a ação do Espírito Santo em você. Portanto, esteja aberto a todos esses canais.
Certamente não esgotamos a lista de conselhos para o trabalho com adolescentes. Muitas outras coisas poderiam ser acrescentadas por outros líderes, mas, creio que para começarmos a pensar no trabalho com adolescentes na igreja, seria muito bom meditar nessas questões. Nem que seja para discordar. Como o trabalho com pessoas não possui regras fixas e exatas, o trabalho com adolescentes muito menos. Cada experiência proporciona novas formas de ver e desenvolver. O importante é que sejamos fiéis nessa obra, apaixonados pelos adolescentes que Deus nos confiou e por esse ministério, e façamos sempre o melhor para o Reino. Assim, esta lista não termina aqui, ela deve ser completada, discutida, questionada, reflexionada. Assim começa o trabalho como líderes de adolescentes, muito suor e muitas lágrimas, mas certamente muitas bênçãos. Que Deus nos ajude!